No me gusta. Así de claro lo digo: no me gusta nada.
El tener que andar buscando las aplicaciones a través de iconos
grandotes está muy bien para aquellos que tienen dispositivos móviles
(léase IPhone y demás), pero para trabajar en un ordenador yo prefiero
los menús desplegables de toda la vida.
¿Antiguo? Puede ser, aunque si lo fuera aún seguiría con aquel Red
Hat 6 con el que conocí Linux hace ya unos días. El caso es que
actualicé (vale, hice un “upgrade”, para ser moderno) en mi portátil
desde la 10.04 que iba como un tiro a la 11.04 (para seguir siendo
moderno) pero no me termina de convencer.
De entrada el escritorio, ese Unity según dicen diseñado para
miniportátiles con pantalla táctil e iconos “ipodianos” que no me han
entrado bien por el ojo; y después me parece que tarda una eternidad en
cargar y estar operativo, aunque eso es posiblemente subjetivo si
tenemos en cuenta el poco atractivo visual una vez arrancado.
Debido a eso me he decidido a investigar por ahí para quitar de enmedio a
Unity y volver al escritorio de Ubuntu tradicional, lo que he hecho
justo antes de escribir esta entrada en la que os cuento como se hace; y
es muy simple.
Comenzamos haciendo clic en el icono de la esquina superior derecha de
la pantalla (el de apagar y demás opciones) y en el menú que se
despliega (¿lo véis? el menú se despliega, no salen dibujitos)
seleccionamos “configuración del sistema” -la última opción. Nos sale
una ventana emergente con el centro de control, y ahí seleccionamos en
la columna de la izquierda la opción de sistema, y de aquí la de
“pantalla de acceso”. Una nueva ventana emergente en la que pulsamos el
botón Desbloquear y nos aparece una tercera ventana emergente para que
nos autentiquemos ya que hay una aplicación que a la que nosotros hemos
llamado para que realice cambios en el sistema. Introducimos la
contraseña de nuestro usuario en la caja de texto y aceptamos. Volvemos a
la ventana de configuración de la pantalla de acceso, en la que
pulsamos de nuevo el botón de desbloquear y elegimos, al fondo de la
ventana la opción de Ubuntu Clásico como predeterminada. Aceptamos,
cerramos el centro de control, reiniciamos el equipo y ¡voilà!, tenemos
nuestro escritorio “antiguo”.
Y lo a gustito que estoy con el. Ya llegará el tiempo de cambiar, ya,
pero antes ha de mejorar mucho lo presente y Unity, desde mi punto de
vista, no lo hace ni tan siquiera un poco. Pero seguro que hay muchas
otras personas a las que sí gusta, y como dice el refrán: para gustos…
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